Años 50’s y 60’s en Colombia. Todas las tertulias familiares, sociales o políticas tenían cafeína y nicotina en el ambiente. Pizcas de palabrería tosca y culta, vestida de corbata o cárdigan, le dan volumen al salón.
Las marcas de preferencia para alterar nuestro sistema nervioso varían. Tenemos las de tabaco, que son nacionales e importadas. Paquetes que abundan en las mesas y bolsillos, mostrando como entran y salen esos pequeños cilindros de algodón, creando un manierismo hipnótico y deleitable.    
El brebaje oscuro que se sienta en todos los pocillos rococó o porcelanas coloreadas, da un tufillo que mezcla bien con el humo del ambiente.
Ahora, dejando de lado la puesta en escena de lo que era una reunión antes en Colombia, entendemos que el cigarrillo y el café eran parte esencial de estos espacios.
       
Hoy en día el tabaco ya es algo menos común y no es bienvenido en dichas recepciones.  El café, por el contrario, sigue siendo un repetido invitado que relaja a las personas en el sentido de hacerlas sentir bienvenidas y a gusto. Sin embargo, algo ha cambiado en estos últimos 60 a 70 años. Y es que podemos darnos el lujo de escoger un mejor producto para preparar esta bebida. Cafés de distintas calidades ya se encuentran en los supermercados o diferentes plataformas de venta electrónica.  Ya no solamente estamos obligados a tener que tomarnos una pasilla tostada y hecha brebaje con el azúcar adicionado. Ya tenemos la libertad de elegir y de distinguir que es un café excelso o de mejor calidad, lo que nos vuelve poco más sofisticados y exigentes. Pero ojo, porque esto no quiere decir volverse esnob o sibarita. Por el contrario, es el mercado el que nos brinda un oasis de nuevas opciones y solo estamos deleitándonos con las enormes variedades que se ajusten a nuestro hábito de consumo ya sea por sabor, precio, presentación o simplemente una recomendación. Tal cual lo haríamos con un detergente para ropa o  un desodorante.
                           
    
Emprendimientos, compañías que entienden la demanda de nuevos productos y una mayor oferta de café de calidad gracias a tecnificaciones y estándares de calidad en cultivos, vuelven el mercado de este grano mucho más dinámico, versátil y en constante crecimiento. Creando nuevas plazas para hacer negocios, nuevas empresas que suman y complementan al mundo del café. Y todo en torno al consumidor.  Este último siendo el gran beneficiado.
      
Que encanto sería volver a esas tertulias llenas de clase y caballerosidad, pero con un café suntuoso en una mano y con la otra gesticulando la anécdota que agracia a todos que acompañan.
Ah… la nostalgia del buen beber.
     
       

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